
jueves, 16 de octubre de 2008
leyenda
Soy leyenda (en inglés I Am Legend) es el título de una novela de ciencia ficción escrita por Richard Matheson en 1954. Trata sobre el último hombre vivo en Los Ángeles, tras una epidemia que ha transformado a todos los seres humanos en una especie de vampiros.
Argumento [editar]El libro se desarrolla en una versión postapocalíptica de la ciudad de Los Ángeles, comprendida entre el año de 1976 y 1979. El protagonista, Robert Neville, ha sobrevivido a una pandemia que ha arrasado con todas las personas que había en la Tierra; sin embargo, éstos no están muertos, sino que se han convertido en portadores de un virus que produce los clásicos síntomas del vampirismo, dividiéndose en dos clases: los infectados, quienes en vida contrajeron el virus y los vampiros, los muertos que resucitaron gracias al virus.
La vida de Neville es muy monótona: en el día, él repite la misma rutina; repara su casa, revisa el sello de sus ventanas, fabrica cuerdas donde colgar ajo y elimina los cadáveres de vampiros que yacen sobre su césped, ademas de salir por comida e ir a cazar vampiros. En la noche, Neville se sienta a escuchar música clásica y beber whisky mientras intenta distraerse de los elementos del pasado vigentes en su memoria y de los alaridos de burla e incitación que dan los vampiros fuera de su casa, perdiendo la cordura ocasionalmente.
Pronto despierta la curiosidad del protagonista por comprender a las nuevas criaturas que habitan en el mundo; curiosidad que choca frontalmente con sus frustraciones y errores mientras se adentra en el el estudio de las mismas, debido a que Neville no tiene mayor formación académica. No obstante se obliga a sí mismo a estudiar libros de medicina, psicología, biología y otras ramas para tratar de descubrir los misterios de las criaturas, desde descubrir la enfermedad que los agobia hasta reconocer las causas de sus temores a la luz del sol, los ajos, los espejos y demás. De ahí en adelante, la historia toma un rumbo que deja de mostrarnos una vida regular enfocada en la supervivencia, y nos lleva por sus estudios y hallazgos.
En su vida personal, por otra parte, este hombre ha estado aislado de la sociedad durante casi tres años, y su cordura se mueve en la cuerda floja. Si bien Neville consigue adaptarse a esta vida, los recuerdos del pasado de su esposa y su hija no dejan de atormentarlo. La compañía para él es algo que anhela durante la novela, y en una parte de esta, cuando aparece un perro libre del virus fuera de su casa, éste hace todo lo que puede para ganarse su confianza. Posteriormente el perro muere en uno de los capítulos más logrados de la novela.
Un día Neville ve caminando a una mujer a plena luz del día. Descubre que el nombre de la mujer es Ruth y que llevaba escapando durante una semana de los vampiros tras perder a su esposo. Neville la lleva a casa y la cuida, mas nunca deja de sospechar acerca de la posibilidad de que esté infectada, por lo que decide sacarle una muestra de sangre. Durante un día ambos personajes comparten sus historias y se enamoran rápidamente. Pero cuando Neville analiza la muestra de sangre y descubre que ella está infectada, ésta lo deja inconsciente y se marcha. Al recuperar el sentido, Neville descubre una carta en la cual Ruth le explica que pertenece a una nueva sociedad de infectados dispuestos a restablecer el orden eliminando a los vampiros y al propio Neville, por lo que le aconseja que huya. Asimismo, explica que gracias a una pastilla, le era posible salir a la luz del dia, revelando en ese sentido, el nacimiento de la nueva sociedad en la que Neville no podía pertenecer.
Haciendo caso omiso del consejo de Ruth, Neville se queda en su casa decidido a entregarse hasta que van a su casa y en medio de un enfrentamiento es herido en el pecho. Ya en una celda, Ruth va a visitarlo y a hacerle saber que será ejecutado públicamente. Neville comprende entonces que en esa nueva sociedad no había espacio para él, y que todos aquellos que esperaban su muerte lo hacían por el miedo y el pavor que le tenían a aquel ser extraño diferente a todos. Robert Neville se había convertido en una figura mitológica en la nueva sociedad, que al igual que los vampiros en la antigüedad, mataban a la gente mientras dormía pacíficamente. El último pensamiento de Neville se ve como la revelación que hay ante estos hechos: Soy leyenda.
Contenido [editar]A lo largo del libro, el aspecto psicológico de Neville es un elemento muy significativo. Su lucha contra la desesperación y la incertidumbre impregna el carácter de la narración. El autor muestra al personaje como un hombre ordinario, pero dañado, que trata de asumir una catástrofe extraordinaria en medio de su soledad.
Gran parte de la historia está dedicada a las luchas de Neville para entender la plaga que ha transformado a toda la humanidad excepto a él, y detalla el progreso de sus descubrimientos. En cuanto a esto, la novela es casi única en la ficción de vampiro. En ésta, en vez de pedir al lector aceptar una explicación sobrenatural del fenómeno del vampirismo, el autor se esfuerza en ofrecer una base científica para tales síntomas como la aversión al ajo, el ansia de sangre fresca y la resistencia a las balas, pero vulnerabilidad a estacas y luz solar. La animadversión a los espejos y a las cruces, por ejemplo, se revela como un trastorno de tipo psicológico.
El clímax de la novela, de un profundo y chocante dramatismo, expresa a la vez un gran pesimismo hacia el porvenir de la especie humana, en consonancia con los contenidos catastróficos (la amenaza nuclear, por ejemplo) presentes en la cinematografía y la literatura de los tiempos de la Guerra Fría, época en que la obra fue escrita. El mensaje profundo de Matheson sugiere un terrible escepticismo darwinista, a través de la comprensión final del solitario protagonista, Neville, de que su momento, y el de toda la raza humana, ha pasado. Los odiosos vampiros que iban a ejecutarlo, éticamente no podían considerarse ni mejores ni peores que él, por tanto, los monstruos que él había exterminado con tanto ahínco no eran en realidad más que entes biológicos normales y corrientes, cuyo único pecado había sido tratar de adaptarse, al igual que él, a las actuales circunstancias, en su natural intento de sobrevivir.
Adaptaciones cinematográficas [editar]
El último hombre sobre la Tierra [editar]En 1964, Vincent Price lo interpretó como el Dr. Robert Morgam. Producción italiana y con el título original de L'ultimo uomo della Terra. El propio Matheson escribió el guión de esta adaptación pero, tras años sin llevarse a la pantalla, se reescribió debido a las presiones de la compañía productora, así que decidió aparecer en los títulos de crédito con el seudónimo de "Logan Swanson".
El último hombre vivo [editar]Artículo principal: El último hombre vivo
En 1971, una alejada versión de la novela original apareció con el nombre The Omega Man, titulada al castellano como El último hombre vivo. Está protagonizada por Charlton Heston y Anthony Zerbe. Matheson no tuvo ningún tipo de influencia en este filme; es más, se desviaba completamente de la novela, rechazando los elementos vampíricos, excepto por las criaturas fotosensibles.
Soy Omega [editar]Película de bajo presupuesto realizada por la productora The Global Asylum en el año 2007.[1] El título en inglés de la película (I am Omega) combina los títulos de dos versiones anteriores (Omega Man y I Am Legend).
Soy leyenda [editar]Artículo principal: Soy Leyenda (película)
En los años 90, se especuló sobre una adaptación de Ridley Scott, pero se descartó por lo alto del presupuesto. La película iba a estar protagonizada por Arnold Schwarzenegger, actual gobernador de California.
Ahora, Will Smith es la estrella de la adaptación de Francis Lawrence, cuya única aportación al cine es Constantine. La historia transcurre en Nueva York, a diferencia de la novela original, y se estrenó en diciembre de 2007.
La película difiere en muchos aspectos de la novela de Matheson, desde la fisonomía del personaje (Robert Neville en la novela es caucásico, y en la película afroamericano), hasta la trama (en la novela, Neville, atrincherado en su casa, lucha día a día por sobrevivir ante los constantes acechos de vampiros, mientras que en la película este acoso sólo se produce al final). Pero es más llamativo el contraste en dicho final.
Argumento [editar]El libro se desarrolla en una versión postapocalíptica de la ciudad de Los Ángeles, comprendida entre el año de 1976 y 1979. El protagonista, Robert Neville, ha sobrevivido a una pandemia que ha arrasado con todas las personas que había en la Tierra; sin embargo, éstos no están muertos, sino que se han convertido en portadores de un virus que produce los clásicos síntomas del vampirismo, dividiéndose en dos clases: los infectados, quienes en vida contrajeron el virus y los vampiros, los muertos que resucitaron gracias al virus.
La vida de Neville es muy monótona: en el día, él repite la misma rutina; repara su casa, revisa el sello de sus ventanas, fabrica cuerdas donde colgar ajo y elimina los cadáveres de vampiros que yacen sobre su césped, ademas de salir por comida e ir a cazar vampiros. En la noche, Neville se sienta a escuchar música clásica y beber whisky mientras intenta distraerse de los elementos del pasado vigentes en su memoria y de los alaridos de burla e incitación que dan los vampiros fuera de su casa, perdiendo la cordura ocasionalmente.
Pronto despierta la curiosidad del protagonista por comprender a las nuevas criaturas que habitan en el mundo; curiosidad que choca frontalmente con sus frustraciones y errores mientras se adentra en el el estudio de las mismas, debido a que Neville no tiene mayor formación académica. No obstante se obliga a sí mismo a estudiar libros de medicina, psicología, biología y otras ramas para tratar de descubrir los misterios de las criaturas, desde descubrir la enfermedad que los agobia hasta reconocer las causas de sus temores a la luz del sol, los ajos, los espejos y demás. De ahí en adelante, la historia toma un rumbo que deja de mostrarnos una vida regular enfocada en la supervivencia, y nos lleva por sus estudios y hallazgos.
En su vida personal, por otra parte, este hombre ha estado aislado de la sociedad durante casi tres años, y su cordura se mueve en la cuerda floja. Si bien Neville consigue adaptarse a esta vida, los recuerdos del pasado de su esposa y su hija no dejan de atormentarlo. La compañía para él es algo que anhela durante la novela, y en una parte de esta, cuando aparece un perro libre del virus fuera de su casa, éste hace todo lo que puede para ganarse su confianza. Posteriormente el perro muere en uno de los capítulos más logrados de la novela.
Un día Neville ve caminando a una mujer a plena luz del día. Descubre que el nombre de la mujer es Ruth y que llevaba escapando durante una semana de los vampiros tras perder a su esposo. Neville la lleva a casa y la cuida, mas nunca deja de sospechar acerca de la posibilidad de que esté infectada, por lo que decide sacarle una muestra de sangre. Durante un día ambos personajes comparten sus historias y se enamoran rápidamente. Pero cuando Neville analiza la muestra de sangre y descubre que ella está infectada, ésta lo deja inconsciente y se marcha. Al recuperar el sentido, Neville descubre una carta en la cual Ruth le explica que pertenece a una nueva sociedad de infectados dispuestos a restablecer el orden eliminando a los vampiros y al propio Neville, por lo que le aconseja que huya. Asimismo, explica que gracias a una pastilla, le era posible salir a la luz del dia, revelando en ese sentido, el nacimiento de la nueva sociedad en la que Neville no podía pertenecer.
Haciendo caso omiso del consejo de Ruth, Neville se queda en su casa decidido a entregarse hasta que van a su casa y en medio de un enfrentamiento es herido en el pecho. Ya en una celda, Ruth va a visitarlo y a hacerle saber que será ejecutado públicamente. Neville comprende entonces que en esa nueva sociedad no había espacio para él, y que todos aquellos que esperaban su muerte lo hacían por el miedo y el pavor que le tenían a aquel ser extraño diferente a todos. Robert Neville se había convertido en una figura mitológica en la nueva sociedad, que al igual que los vampiros en la antigüedad, mataban a la gente mientras dormía pacíficamente. El último pensamiento de Neville se ve como la revelación que hay ante estos hechos: Soy leyenda.
Contenido [editar]A lo largo del libro, el aspecto psicológico de Neville es un elemento muy significativo. Su lucha contra la desesperación y la incertidumbre impregna el carácter de la narración. El autor muestra al personaje como un hombre ordinario, pero dañado, que trata de asumir una catástrofe extraordinaria en medio de su soledad.
Gran parte de la historia está dedicada a las luchas de Neville para entender la plaga que ha transformado a toda la humanidad excepto a él, y detalla el progreso de sus descubrimientos. En cuanto a esto, la novela es casi única en la ficción de vampiro. En ésta, en vez de pedir al lector aceptar una explicación sobrenatural del fenómeno del vampirismo, el autor se esfuerza en ofrecer una base científica para tales síntomas como la aversión al ajo, el ansia de sangre fresca y la resistencia a las balas, pero vulnerabilidad a estacas y luz solar. La animadversión a los espejos y a las cruces, por ejemplo, se revela como un trastorno de tipo psicológico.
El clímax de la novela, de un profundo y chocante dramatismo, expresa a la vez un gran pesimismo hacia el porvenir de la especie humana, en consonancia con los contenidos catastróficos (la amenaza nuclear, por ejemplo) presentes en la cinematografía y la literatura de los tiempos de la Guerra Fría, época en que la obra fue escrita. El mensaje profundo de Matheson sugiere un terrible escepticismo darwinista, a través de la comprensión final del solitario protagonista, Neville, de que su momento, y el de toda la raza humana, ha pasado. Los odiosos vampiros que iban a ejecutarlo, éticamente no podían considerarse ni mejores ni peores que él, por tanto, los monstruos que él había exterminado con tanto ahínco no eran en realidad más que entes biológicos normales y corrientes, cuyo único pecado había sido tratar de adaptarse, al igual que él, a las actuales circunstancias, en su natural intento de sobrevivir.
Adaptaciones cinematográficas [editar]
El último hombre sobre la Tierra [editar]En 1964, Vincent Price lo interpretó como el Dr. Robert Morgam. Producción italiana y con el título original de L'ultimo uomo della Terra. El propio Matheson escribió el guión de esta adaptación pero, tras años sin llevarse a la pantalla, se reescribió debido a las presiones de la compañía productora, así que decidió aparecer en los títulos de crédito con el seudónimo de "Logan Swanson".
El último hombre vivo [editar]Artículo principal: El último hombre vivo
En 1971, una alejada versión de la novela original apareció con el nombre The Omega Man, titulada al castellano como El último hombre vivo. Está protagonizada por Charlton Heston y Anthony Zerbe. Matheson no tuvo ningún tipo de influencia en este filme; es más, se desviaba completamente de la novela, rechazando los elementos vampíricos, excepto por las criaturas fotosensibles.
Soy Omega [editar]Película de bajo presupuesto realizada por la productora The Global Asylum en el año 2007.[1] El título en inglés de la película (I am Omega) combina los títulos de dos versiones anteriores (Omega Man y I Am Legend).
Soy leyenda [editar]Artículo principal: Soy Leyenda (película)
En los años 90, se especuló sobre una adaptación de Ridley Scott, pero se descartó por lo alto del presupuesto. La película iba a estar protagonizada por Arnold Schwarzenegger, actual gobernador de California.
Ahora, Will Smith es la estrella de la adaptación de Francis Lawrence, cuya única aportación al cine es Constantine. La historia transcurre en Nueva York, a diferencia de la novela original, y se estrenó en diciembre de 2007.
La película difiere en muchos aspectos de la novela de Matheson, desde la fisonomía del personaje (Robert Neville en la novela es caucásico, y en la película afroamericano), hasta la trama (en la novela, Neville, atrincherado en su casa, lucha día a día por sobrevivir ante los constantes acechos de vampiros, mientras que en la película este acoso sólo se produce al final). Pero es más llamativo el contraste en dicho final.
Educacion y medios de comunicaci
EDUCACION Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
¿Aprender a pensar? Jóvenes, educación y medios de comunicación
Marzo 5, 2008
Por Maria Florencia Rossaro
El siglo XXI trajo aparejado consigo el desarrollo de nuevas tecnologías, sobre todo, en el campo de los medios de comunicación masivos. A los ya tradicionales como la prensa, la radio, el cine y la televisión, ahora se suman internet y el perfeccionamiento de aquéllos, así como los medios de comunicación interpersonal como la telefonía celular, los sistemas inalámbricos, el correo electrónico, entre otros. Todo ello, sumido en un proceso de globalización que disemina fronteras, que hace que “todo esté al alcance de la mano”, dicho en términos de Friedman, el mundo ya no es redondo, sino que es plano. Ya no hay fronteras, no hay límites definidos, las relaciones se dan en cualquier tiempo y espacio.
En tal sentido, convivimos inmersos en un proceso de constante cambio, de fluidez y aceleración de las relaciones interculturales e interpersonales, donde la diversidad se impregna en lo cotidiano, donde se brega por valores universales, por un multiculturalismo que se hace sentir abogando por el respeto a las distintas costumbres, pensamientos, un mundo donde se pretende lograr una convivencia entre distintos, sin que nadie vea limitadas sus libertades.
Es necesario no desconocer este contexto para ahora adentrarnos a la cuestión específica que nos ocupa en este artículo: ¿cómo influye esta nueva configuración del mundo en los jóvenes?; ¿cómo enfrentan el aluvión de información al que se enfrentan? ¿qué rol tiene la educación para ayudarlos a manejar la calidad y cantidad de la información?.
Los jóvenes frente a los medios de comunicación
Como se ha mencionado anteriormente, los desarrollos tecnológicos vinieron de la mano con un incremento –en cantidad y calidad- de los medios de comunicación y, a su vez, éstos tomaron una relevancia mayor en los distintos aspectos de la vida. Su función ya no es la de meros comunicadores, sino, tal y como se los suele denominar, son formadores de opinión. Son varios y diversos los estudios acerca de los efectos de los medios en el público. Uno de ellos, es el de Agenda Setting, según el cual los medios son altamente eficaces a la hora de decirle al público en qué pensar. Pero, asimismo, posteriores investigaciones infieren que, además de ser eficaces para decirle al público en qué pensar, también lo son para influir en el público en cómo pensar.
A partir de lo establecido, nos interesa reflexionar acerca de cómo se vinculan los jóvenes con los medios, con los mensajes y con la información que éstos transmiten. Es sabido que las nuevas generaciones prácticamente conviven desde su nacimiento con el televisor, la computadora, el teléfono celular, etc. En tal sentido, ya tempranamente se ven expuestos a estos medios de comunicación, lo que, en términos de Sartori, podríamos denominar videoniño. Así, cabe preguntarse: ¿cuál es la capacidad de los jóvenes para discernir entre informaciones valiosas y no, entre objetividad y subjetividad? ¿En qué forma los medios influyen en el modo en que se comportan y encaran sus vidas?
En los primeros años de vida y durante la adolescencia el carácter de las personas se va configurando. Es el período en que van aprendiendo e incorporando valores, modos de vida, conocimientos, etc. Es el período en que son como una esponja que absorbe los parámetros básicos de formación. Antiguamente, la familia, la escuela y las organizaciones religiosas cumplían ese rol de modo casi indiscutible y primordial. Hoy, sin embargo, la situación ha cambiado. Con una estructura familiar ya no tradicional y que va mutando y una escuela desprestigiada y ya no reconocida como ámbito de saber por excelencia, sumado a la alta exposición de niños y jóvenes a los medios de comunicación y nuevas tecnologías, esos primeros valores y parámetros hoy parecerían provenir más de una publicidad de ropa que de la familia o la escuela.
Al parecer, podría pensarse que los jóvenes van formando sus opiniones en base a mensajes e información que reciben como verdadera, transmitida desde algo externo y ajeno a ellos, y que, como se dijo, la asimilan como verdadera simplemente por ello. Además, la capacidad y el alcance mundial de los medios, les permite configurar su personalidad de acuerdo a la cultura o modo de vida que vean más cercano a sus intereses e ir vinculándose a grupos con los que crean comparten algo común, más allá de que coexistan o no en el mismo espacio geográfico o, incluso temporal.
Así, vislumbramos en la sociedad de hoy, muchas veces con sólo salir a la calle y observar, jóvenes cada vez más homogéneos, cuyas personalidades en vez de definirse se entremezclan con algún estereotipo elegido o impuesto, en general proveniente de alguna publicidad de ropa, productos de moda, de alguna cadena de Emails por internet, etc. Encontramos jóvenes que se sienten más integrados cuanto más parecidos son a modelos determinados, que siguen una tendencia, cuya popularidad o integración se mide por la cantidad de firmas en un blog o fotolog . Nos encontramos con una juventud cuyas relaciones interpersonales se dan básicamente mediante la computadora o los mensajes de texto, donde las palabras se pierden y se transforman en símbolos o códigos que marcan la línea entre el que está in y el que está out, y al mismo tiempo, configuran una nueva forma de hablar y de comunicarse que, muchas veces, se aprende e incorpora antes que las palabras mismas. Hecho que, muchas veces, genera falta o mala comprensión de los mensajes, los que trae consigo el posterior desentendimiento del tema por falta precisamente, de entendimiento (como no entiendo lo que me quieren decir, no le presto atención o lo tomo como que “es así”).
De este modo, el léxico utilizado es cada vez más pobre, sumado al hecho de que el hábito de la lectura es casi inexistente, ya que la mayor parte de la información que se recibe y asimila proviene de medios audiovisuales. Así, nos encontramos frente a una juventud en su mayoría receptora acrítica de mensajes y de información que les es transmitida desde medios externos o ajenos a su control, medios que influyen en la formación de las personalidades de los mismos, les crean usos y costumbres, convirtiéndolos en meros consumistas, no sólo de información, sino también de ideas y opiniones.
La educación: El desafío de enseñar a pensar
Hasta ahora hemos venido reflexionando acerca de cómo y cuál es la relación que mantienen los jóvenes frente a los medios masivos de comunicación, en este mundo globalizado y en constante desarrollo de nuevas tecnologías. Advertimos que la situación parece marcar una serie de nuevas generaciones cuya capacidad de pensamiento crítico está cooptado por el aluvión de información, mensajes e ideas que provienen de los medios a los cuales se exponen una elevada cantidad de horas diarias.
Pero, ¿cuál es el rol de la educación frente a esta situación? O, reformulando el interrogante, ¿la educación es la herramienta que permitiría a los jóvenes aprender a pensar críticamente? Efectivamente, fuera de la educación brindada a los niños y jóvenes por su seno familiar, la educación denominada formal, debería ser el ámbito donde los jóvenes pudiesen aprender a pensar, a analizar, adquirieran las herramientas necesarias para poder discernir entre una buena y una mala información, a leer entre líneas, a interpretar la realidad y formar sus propias opiniones al respecto.
Sin embargo, esta educación informal no debería estar disociada de los avances tecnológicos. Debería aggiornarse, tomar las potencialidades de aquéllos para enriquecer y fortalecer la calidad educativa. De nada serviría prohibirles a los jóvenes buscar información en internet en vez de en algún libro. Lo que se necesita, es que la escuela les enseñe a discernir entre qué información es confiable y cuál otra no. Que aprendan a formar opiniones en base a toda esa información a la que pueden acceder.
Las nuevas tecnologías y los medios de comunicación nos permiten acceder a una mayor cantidad de información sin importar las distancias. Favorecen poseer un material actualizado, obtener mayor cantidad de versiones acerca de un determinado tema, entre otros tantos beneficios. En tal sentido, a la hora de educar, no deben desconocerse estas herramientas, sino todo lo contrario. Debería fomentarse su buen uso para permitir a los jóvenes pensar y llegar a sus propias conclusiones, formar sus propias opiniones. En suma, los medios actualmente, sobre todo internet, permiten compartir y buscar adeptos a nuestras ideas. De este modo, debería incentivarse a los jóvenes a formular ideas creativas, proyectos, los cuales puedan compartir y enriquecer aprovechando las ventajas y las posibilidades tecnológicas con las que cuentan.
Así, las nuevas tecnologías y los medios de comunicación no son los “herejes” de la educación, sino por el contrario, son complementos que contribuyen a enriquecer y mejorar la misma. Los jóvenes y las nuevas generaciones que prácticamente nacieron con ellos, los incorporan como algo natural, cotidiano, casi como si siempre hubiera habido teléfono, internet, etc. Cabe decir entonces, que al momento de educar, no debe descuidarse esta realidad y debería hacerse hincapié, no sólo en los programas de lecciones básicos, sino en el hecho de que lo que se necesitan formar son jóvenes pensantes con capacidad crítica para hacer frente a ese aluvión de mensajes e información que reciben a diario.
Observaciones finales
A lo largo del presente artículo se ha tratado de mostrar una de las tantas realidades por las que atraviesa la juventud de hoy. Hemos visto su elevada exposición a los medios, sus nuevas tendencias, su relación con el mundo globalizado y cambiante y en incremento de la falta de capacidad
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¿Aprender a pensar? Jóvenes, educación y medios de comunicación
Marzo 5, 2008
Por Maria Florencia Rossaro
El siglo XXI trajo aparejado consigo el desarrollo de nuevas tecnologías, sobre todo, en el campo de los medios de comunicación masivos. A los ya tradicionales como la prensa, la radio, el cine y la televisión, ahora se suman internet y el perfeccionamiento de aquéllos, así como los medios de comunicación interpersonal como la telefonía celular, los sistemas inalámbricos, el correo electrónico, entre otros. Todo ello, sumido en un proceso de globalización que disemina fronteras, que hace que “todo esté al alcance de la mano”, dicho en términos de Friedman, el mundo ya no es redondo, sino que es plano. Ya no hay fronteras, no hay límites definidos, las relaciones se dan en cualquier tiempo y espacio.
En tal sentido, convivimos inmersos en un proceso de constante cambio, de fluidez y aceleración de las relaciones interculturales e interpersonales, donde la diversidad se impregna en lo cotidiano, donde se brega por valores universales, por un multiculturalismo que se hace sentir abogando por el respeto a las distintas costumbres, pensamientos, un mundo donde se pretende lograr una convivencia entre distintos, sin que nadie vea limitadas sus libertades.
Es necesario no desconocer este contexto para ahora adentrarnos a la cuestión específica que nos ocupa en este artículo: ¿cómo influye esta nueva configuración del mundo en los jóvenes?; ¿cómo enfrentan el aluvión de información al que se enfrentan? ¿qué rol tiene la educación para ayudarlos a manejar la calidad y cantidad de la información?.
Los jóvenes frente a los medios de comunicación
Como se ha mencionado anteriormente, los desarrollos tecnológicos vinieron de la mano con un incremento –en cantidad y calidad- de los medios de comunicación y, a su vez, éstos tomaron una relevancia mayor en los distintos aspectos de la vida. Su función ya no es la de meros comunicadores, sino, tal y como se los suele denominar, son formadores de opinión. Son varios y diversos los estudios acerca de los efectos de los medios en el público. Uno de ellos, es el de Agenda Setting, según el cual los medios son altamente eficaces a la hora de decirle al público en qué pensar. Pero, asimismo, posteriores investigaciones infieren que, además de ser eficaces para decirle al público en qué pensar, también lo son para influir en el público en cómo pensar.
A partir de lo establecido, nos interesa reflexionar acerca de cómo se vinculan los jóvenes con los medios, con los mensajes y con la información que éstos transmiten. Es sabido que las nuevas generaciones prácticamente conviven desde su nacimiento con el televisor, la computadora, el teléfono celular, etc. En tal sentido, ya tempranamente se ven expuestos a estos medios de comunicación, lo que, en términos de Sartori, podríamos denominar videoniño. Así, cabe preguntarse: ¿cuál es la capacidad de los jóvenes para discernir entre informaciones valiosas y no, entre objetividad y subjetividad? ¿En qué forma los medios influyen en el modo en que se comportan y encaran sus vidas?
En los primeros años de vida y durante la adolescencia el carácter de las personas se va configurando. Es el período en que van aprendiendo e incorporando valores, modos de vida, conocimientos, etc. Es el período en que son como una esponja que absorbe los parámetros básicos de formación. Antiguamente, la familia, la escuela y las organizaciones religiosas cumplían ese rol de modo casi indiscutible y primordial. Hoy, sin embargo, la situación ha cambiado. Con una estructura familiar ya no tradicional y que va mutando y una escuela desprestigiada y ya no reconocida como ámbito de saber por excelencia, sumado a la alta exposición de niños y jóvenes a los medios de comunicación y nuevas tecnologías, esos primeros valores y parámetros hoy parecerían provenir más de una publicidad de ropa que de la familia o la escuela.
Al parecer, podría pensarse que los jóvenes van formando sus opiniones en base a mensajes e información que reciben como verdadera, transmitida desde algo externo y ajeno a ellos, y que, como se dijo, la asimilan como verdadera simplemente por ello. Además, la capacidad y el alcance mundial de los medios, les permite configurar su personalidad de acuerdo a la cultura o modo de vida que vean más cercano a sus intereses e ir vinculándose a grupos con los que crean comparten algo común, más allá de que coexistan o no en el mismo espacio geográfico o, incluso temporal.
Así, vislumbramos en la sociedad de hoy, muchas veces con sólo salir a la calle y observar, jóvenes cada vez más homogéneos, cuyas personalidades en vez de definirse se entremezclan con algún estereotipo elegido o impuesto, en general proveniente de alguna publicidad de ropa, productos de moda, de alguna cadena de Emails por internet, etc. Encontramos jóvenes que se sienten más integrados cuanto más parecidos son a modelos determinados, que siguen una tendencia, cuya popularidad o integración se mide por la cantidad de firmas en un blog o fotolog . Nos encontramos con una juventud cuyas relaciones interpersonales se dan básicamente mediante la computadora o los mensajes de texto, donde las palabras se pierden y se transforman en símbolos o códigos que marcan la línea entre el que está in y el que está out, y al mismo tiempo, configuran una nueva forma de hablar y de comunicarse que, muchas veces, se aprende e incorpora antes que las palabras mismas. Hecho que, muchas veces, genera falta o mala comprensión de los mensajes, los que trae consigo el posterior desentendimiento del tema por falta precisamente, de entendimiento (como no entiendo lo que me quieren decir, no le presto atención o lo tomo como que “es así”).
De este modo, el léxico utilizado es cada vez más pobre, sumado al hecho de que el hábito de la lectura es casi inexistente, ya que la mayor parte de la información que se recibe y asimila proviene de medios audiovisuales. Así, nos encontramos frente a una juventud en su mayoría receptora acrítica de mensajes y de información que les es transmitida desde medios externos o ajenos a su control, medios que influyen en la formación de las personalidades de los mismos, les crean usos y costumbres, convirtiéndolos en meros consumistas, no sólo de información, sino también de ideas y opiniones.
La educación: El desafío de enseñar a pensar
Hasta ahora hemos venido reflexionando acerca de cómo y cuál es la relación que mantienen los jóvenes frente a los medios masivos de comunicación, en este mundo globalizado y en constante desarrollo de nuevas tecnologías. Advertimos que la situación parece marcar una serie de nuevas generaciones cuya capacidad de pensamiento crítico está cooptado por el aluvión de información, mensajes e ideas que provienen de los medios a los cuales se exponen una elevada cantidad de horas diarias.
Pero, ¿cuál es el rol de la educación frente a esta situación? O, reformulando el interrogante, ¿la educación es la herramienta que permitiría a los jóvenes aprender a pensar críticamente? Efectivamente, fuera de la educación brindada a los niños y jóvenes por su seno familiar, la educación denominada formal, debería ser el ámbito donde los jóvenes pudiesen aprender a pensar, a analizar, adquirieran las herramientas necesarias para poder discernir entre una buena y una mala información, a leer entre líneas, a interpretar la realidad y formar sus propias opiniones al respecto.
Sin embargo, esta educación informal no debería estar disociada de los avances tecnológicos. Debería aggiornarse, tomar las potencialidades de aquéllos para enriquecer y fortalecer la calidad educativa. De nada serviría prohibirles a los jóvenes buscar información en internet en vez de en algún libro. Lo que se necesita, es que la escuela les enseñe a discernir entre qué información es confiable y cuál otra no. Que aprendan a formar opiniones en base a toda esa información a la que pueden acceder.
Las nuevas tecnologías y los medios de comunicación nos permiten acceder a una mayor cantidad de información sin importar las distancias. Favorecen poseer un material actualizado, obtener mayor cantidad de versiones acerca de un determinado tema, entre otros tantos beneficios. En tal sentido, a la hora de educar, no deben desconocerse estas herramientas, sino todo lo contrario. Debería fomentarse su buen uso para permitir a los jóvenes pensar y llegar a sus propias conclusiones, formar sus propias opiniones. En suma, los medios actualmente, sobre todo internet, permiten compartir y buscar adeptos a nuestras ideas. De este modo, debería incentivarse a los jóvenes a formular ideas creativas, proyectos, los cuales puedan compartir y enriquecer aprovechando las ventajas y las posibilidades tecnológicas con las que cuentan.
Así, las nuevas tecnologías y los medios de comunicación no son los “herejes” de la educación, sino por el contrario, son complementos que contribuyen a enriquecer y mejorar la misma. Los jóvenes y las nuevas generaciones que prácticamente nacieron con ellos, los incorporan como algo natural, cotidiano, casi como si siempre hubiera habido teléfono, internet, etc. Cabe decir entonces, que al momento de educar, no debe descuidarse esta realidad y debería hacerse hincapié, no sólo en los programas de lecciones básicos, sino en el hecho de que lo que se necesitan formar son jóvenes pensantes con capacidad crítica para hacer frente a ese aluvión de mensajes e información que reciben a diario.
Observaciones finales
A lo largo del presente artículo se ha tratado de mostrar una de las tantas realidades por las que atraviesa la juventud de hoy. Hemos visto su elevada exposición a los medios, sus nuevas tendencias, su relación con el mundo globalizado y cambiante y en incremento de la falta de capacidad
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miércoles, 15 de octubre de 2008
Maurice Blondel “El punto de partida de la investigación filosófica”
Walter Olvano Feü
Prof. en Filosofía
walterolvanofeu@yahoo.com.ar
Cuando se analizan hoy con perspectiva histórica dos artículos publicados por Maurice Blondel en la revista “Annales de Philosophie chrétienne” en los que se proponía explicar el método filosófico que había puesto en marcha en su tesis de doctorado y obra maestra, L’ Action. y a la vista de las nuevas vertientes de la filosofía, estos artículos nos permiten captar mejor la significación de la “reforma del entendimiento” adoptada entonces por Blondel. A principios del siglo XX sólo habían visto la luz la primera obra de Bergson, también tesis doctoral, “Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia” y “Materia y memoria”, además de algunos artículos refundidos en obras posteriores. En cuanto a Husserl, en esa fecha ya había publicado sus primeras obras y la primera edición de las investigaciones lógicas, cuyo segundo tomo contenía las primeras ideas acerca de la fenomenología. Esta obra “El punto de partida de la investigación filosófica” nos va a mostrar una singular convergencia temática de Blondel con los dos grandes filósofos citados, en particular en cuanto a la rehabilitación de la metafísica mediante un nuevo modo de filosofar que atiende a las significaciones inteligibles de lo dado en la experiencia más positiva.
Walter Olvano Feü
Prof. en Filosofía
walterolvanofeu@yahoo.com.ar
Cuando se analizan hoy con perspectiva histórica dos artículos publicados por Maurice Blondel en la revista “Annales de Philosophie chrétienne” en los que se proponía explicar el método filosófico que había puesto en marcha en su tesis de doctorado y obra maestra, L’ Action. y a la vista de las nuevas vertientes de la filosofía, estos artículos nos permiten captar mejor la significación de la “reforma del entendimiento” adoptada entonces por Blondel. A principios del siglo XX sólo habían visto la luz la primera obra de Bergson, también tesis doctoral, “Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia” y “Materia y memoria”, además de algunos artículos refundidos en obras posteriores. En cuanto a Husserl, en esa fecha ya había publicado sus primeras obras y la primera edición de las investigaciones lógicas, cuyo segundo tomo contenía las primeras ideas acerca de la fenomenología. Esta obra “El punto de partida de la investigación filosófica” nos va a mostrar una singular convergencia temática de Blondel con los dos grandes filósofos citados, en particular en cuanto a la rehabilitación de la metafísica mediante un nuevo modo de filosofar que atiende a las significaciones inteligibles de lo dado en la experiencia más positiva.
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